Despertar

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Anoche después de cenar con unos amigos llegamos muy tarde a  casa. Nos acostamos y le pregunto a mi Ama si desea algo. Contesta  que duerma.

Me despierto a las nueve .Preparo el café y voy a ver si me necesita mi Dueña.

Se despierta malhumorada.

Pero la pregunto que desea.

Tráeme unas pinzas y desnúdate.

Me quito el pantalón corto y la camiseta, y me acerco a ella.

Pellizca uno de mis pezones y me lo pinza para después pasar al otro. A continuación me ordena que la de placer.

A cuatro patas empiezo a lamer cuidadosamente su clítoris para llegar a su vagina. Cada vez se humedece más .De esa guisa mi cuerpo manda información a mi pene, que víctima del tratamiento que mi Ama le está aplicando puede eyacular inesperadamente.

Sé que si eso ocurre sin permiso me puede acarrear un severo castigo, pero el tratamiento empieza a ser irresistible.

Mi lengua recorre el coñito de mi Dueña sin pausa. Sus jugos empapan mi boca hasta que noto que llega al orgasmo.

Entonces tira de la cadena que unen las pinzas y bruscamente con una seña me ordena que la penetre.

Mi martirizado pene penetra dentro de ella y otro tirón de las pinzas me avisa del  inminente orgasmo que precederá a mi eyaculación.

El intenso dolor que me produce el tirón de las pinzas en mis doloridos pezones se mezcla con el inmenso placer de la penetración llenando de leche la vagina de mi Dueña.

Me hace una seña para indicarme que la limpie de semen su sexo. Chupo mi  propio semen lavándola diligentemente antes de irse  a la ducha. A mí me prohíbe asearme.

Quita las pinzas y masajea dulcemente mis pezones hasta que restablece el flujo sanguíneo. Me da una palmada en las nalgas, ordenándome que inicie mis quehaceres domésticos de todos los días.

Efe{LL}