Una noche de gozo y dolor

Una noche de Gozo y dolor
Jirones de placer invadían el cuerpo del siervo. El sentía que solo ella podía llevarle hasta el éxtasis.
Había grabado a fuego con su dominio el alma de su perro.
El ya solo hablaba con sus sentidos cuando la mirada de su Dueña lo iluminaba. La férrea voluntad de la Diosa había logrado moldear al esclavo.
Una felina mirada bastaba para vencer al agradecido perro que necesitaba pertenecer a su Dueña.
Aquella noche al igual que otras, se acercó al agradecido perro y se dispuso a azotarle. El látigo silbó para romper en las nalgas del esclavo.
Uno, dos, tres. Contaba el agradecido perro…
El cuero dibujo un roturado mapa en su cuerpo. Pero el ya no sentía dolor, sino una excitación propia de una sesión dura pero deseada por ambos.
Cesó el castigo y la Dama se acercó a el.
Con un gesto de amor le limpió el sudor y acercó sus labios para entregarle un beso.
¿Que se dice perro?
Interrogó severamente.
El cortando el silencio le respondió.
Gracias Señora.
Entonces le liberó de sus ataduras y con un gesto duro pero insinuante le ordenó limpiar sus zapatos.
Mientras su lengua cumplía el cometido encomendado. Sus nalgas volvían a recibir al látigo y otra vez su virilidad suplicaba a su Ama que le concediese el don de recibir el placer.
Esperó con ojos suplicantes la decisión de ella hasta que por fin la orden llegó. Entonces su cuerpo se preparó para el inmenso disfrute.
Trabaja perro…
Masturbate, rompe tu castidad y sube al cielo.
Un sinfín de sensaciones y un inmenso mar de goce recorrió su cuerpo. Entonces la Diosa dura y majestuosa contempló su obra.
Una vez más escribieron su historia.

Efe perro de Lady Lorena.